domingo, 30 de septiembre de 2012



El tiempo está después
por Laura Loredo Rubio

“¿Dónde estaban los recuerdos puros? En casi todos se funden impresiones de otras épocas que se les superponen y les confieren una realidad distinta. Los recuerdos no existen: es otra vida revivida con otra personalidad, y que en parte es consecuencia de esos mismos recuerdos.”
Boris Vian, La hierba Roja


Cuatro personajes, por cuatro actores, en cuatro frentes. Vicky, Mario, Pablo y Laura,  por Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Javier Lorenzo y María Inés Sancerni, en  una calesita giratoria dividida en cuatro. Sí, El pasado es un animal grotesco nos entrega esas vidas, y nos muestra de ellas diez años, de 1999 al 2009, de los 25 a los 35. Una década que es relatada, en la obra, a partir de 68 microescenas, con historias mínimas, cotidianas, y otras no tanto. Recuerdos que alguien cuenta desde fuera. Narraciones construidas por Mariano Pensotti, dramaturgo y director de la obra. ¿El resultado? Un flashback de 10 años que lo obliga a uno a repensarse, y ver que detrás queda una década que despierta del letargo político del menemato, década profundamente convulsionada desde lo político. Una “mega ficción” que deja más interrogantes que respuestas.



La ineludible
Escribir sobre El pasado plantea una serie de desafíos puesto que puede abordarse desde múltiples puntos de vista. La calesita es resultado de un arduo trabajo de Mariana Tirante, y es, claro, la ineludible, lo primero en que se repara como espectador, y lo que permite el montaje paralelo de esas vidas construidas a fragmentos. Los actores que se encierran en ella a lo largo de los 110 min de la obra no interpretan a un solo personaje, sino a una infinitud más. Pilar Gamboa es también Dana, la novia de Mario, y es una versión inglesa de Laura (Lora), es la baterista de una banda llamada Travesti Rimbaud, la novia manca de Pablo, y más. Santiago Gobernori también es los novios de Laura, el primero, el segundo (Jasón, un palestino refugiado) y el tercero (un militante troskista), es también un forense excéntrico, el cantante de Travesti, y más. Javier Lorenzo también es el amigo borracho de Mario y Dana, el amante del campo de Vicky, Leonardo Favio, y más. María Inés Sancerni  también es la socia de la veterinaria de Vicky, su media hermana, la novia brasilera de Pablo, una amante de Mario, y más. El despliegue actoral es impresionante. También el técnico, y la labor de dirección y dramaturgia. Las 68 escenas tienen una duración máxima de 120 segundos, e implican un preciso trabajo en bambalinas por parte de los técnicos y asistentes, entre ellos Leandro Orellano, jefe técnico, asistente de dirección y colaborador frecuente del director.

La década reconstruida no sólo es actuada, es literalmente contada. Los actores funcionan a su vez como narradores que, situados por fuera de la historia nos relatan, cual voz en off, la vida de los personajes. Sostiene Pensotti en el programa de la obra que, “narrar el pasado es como poner la voz en off que les dé sentido a los fragmentos dispersos de una película que se perdió para siempre”
Múltiples voces se apoderan de la obra. En ella hay, además, intertextualidades con el cine, el teatro, la literatura. Múltiples niveles de ficción. La vida de Mario se convierte en una película, la de Laura, en un guiño al Biodrama, en una obra.




El ineludible
Una vez franqueda la ineludible calesita queda la pregunta ¿Qué más? Pensar en un “de qué habla la obra” es casi tan utópico como el creer que hay un mensaje, cual bajada de línea, que tiene que ser descubierto. Sin embargo, algo parece resaltar en El pasado. O al menos, algo resalta para esta cronista, y eso es el Tiempo. Su ineludible transcurrir.
El tiempo es de esas tópicas de las que se habla -y escribe- desde lo inmemorial. Tan inasible como concreto puesto que nos rodea, lo vivimos a cada instante. ¿Cómo hablar de algo en perpetua transformación? ¿Cómo puede ser el tiempo si el pasado ya no está, el presente no es siempre porque es efímero, es una cualidad, sólo un instante, y el futuro no es todavía?
Antes de proseguir, tengo que hacer una digresión y confesar algo: mi primer parte del año se vio marcada por una intensa y obligada actividad lectora -facultativa-  en la que me encontré, entre otros autores, a Paul Ricoeur. El es de esos filósofos que escriben difícil, un poco por placer y sin necesidad, y otro poco porque lo que plantea es difícil. Ricoeur escribe sobre el tiempo y la narración, y básicamente lo que dice es que el tiempo se hace humano cuando se articula de modo narrativo y que una narración adquiere sentido por describir rasgos de la experiencia temporal. Entonces vuelvo. Al ver El pasado este planteo cuajó. ¿Cómo hablar del tiempo? Viéndolo, representando diez años en 110 min. Nunca más atinado.
Si algo me perturbó de esta obra es comprobar la imposibilidad de toda futurología. Proyectar hoy un mañana puede ser reconfortante pero, en el fondo, inútil. Todo puede cambiar, todo cambia. El pasado muestra las metamorfosis de un decenio. Hubo cambios políticos, las Torres Gemelas del 11 de Septiembre, el 19 y 20 en la Plaza de Mayo, los siempre presentes conflictos gremiales del subte,  y el paro del agro en el 2008 a través de una pintada: “los burgueses serán el campo cuando sus restos abonen la tierra”  Y también El pasado muestra los posibles cambios de cuatro porteños de clase media. Son más modestos, o mejor dicho, individuales; no es una generación que haya producido hechos políticos o culturales tan relevantes. Aún así, generación rescatable que supera adversidades. Esa que, por ejemplo, deja de ser hija del uno-a-uno y prueba suerte en el viejo continente, para luego volver. O esa que, buscándose así misma, labura de lo que sea. Vicky, Mario, Pablo y Laura tienen en 10 años distintos trabajos, y amores, y proyectos, y frustraciones, y expectativas.
Todo puede cambiar, todo cambia. Lo único que está siempre, con seguridad, es el Tiempo. Y la muerte que siempre llega. El tiempo pasa, y es inevitable detenerlo. Lo sorprendente es cuando uno para y ve lo que quedó atrás. El pasado es una memoria que puede revivirse como recuerdo. ¿Pero dónde están los recuerdos puros? La memoria está profundamente conectada con lo que somos en cada momento. De nuevo Pensotti: “el pasado se asoma como un animal entrevisto en la selva de los sueños, un animal que cambia de forma cada vez que lo recordamos, un animal grotesco” El tiempo que es humanizado al ser narrado: el teatro se parece a esos recuerdos que cambian cada vez que vuelven a la memoria, cada vez que son contados. El teatro es distinto en cada función, en cada encuentro actor-espectador, en cada línea que es repetida mil veces, y sin embargo tiene cada vez un sentido nuevo.


Funciones: Jueves a Sábados, 21.00 hs. Domingos 20 hs. Sala AB Centro Cultural San Martín.
Elenco actual: Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Javier Lorenzo, María Inés Sancerni. (En el elenco original Pilar Gamboa, Julieta Vallina, Javier Lorenzo y Juan Minujín)
Textos y dirección: Mariano Pensotti.
Escenografía y Vestuario: Mariana Titantte.
Luces: Matías Sedón.
Asistencia de dirección: Leandro Orellano